Il figlio delle Selve S. A. Ambrosio 1909

Il figlio delle Selve

In quel tempo i Focesi, venuti dall’Asia Minore, fondarono Marsiglia, e le tribù del Celti, primi abitatori della Costa, dovettero ritirarsi a vivere di ruberie e di rapine nelle antichissime Selve dell’interno.

Ora avviene che un ricco negoziante d’armi, il quale per certi suoi affari si recava col suo somarello al villaggio vicino, fu fatto prigioniero e condotto nei boschi. I predatori, guidati da Vam-hir, giovane fortissimo capo di tribù, pretesero tale somma per riscatto del prigioniero, che né la moglie né la figlia dell’armaiolo mai avrebbero potuto pagare.

Glauca «la figlia» invano implorò l’aiuto dei concittadini, invano cercò col suo cervello un mezzo per venire in aiuto al padre. Questo solo le occorse: d’offrirsi lei stessa come ostaggio. Così fa. Corre al campo dei predoni e dice la sua proposta. I predoni accettano. L’armaiolo è posto in libertà e Glauca rimane schiava di quei selvaggi. Ma Glauca è tanto bella! In pochi giorni Vam-hir ne impazza. Il giovane ma feroce condottiero, astuto come una volpe e forte come un leone, ora sospira davanti le luci del tramonto e intreccia ghirlande di fiori: e la bella greca, che sa la forza della sua bellezza, ride trillando con le note più argentine della sua bella voce.

Vam-hir compirà il sacrificio: tradirà il suo popolo, la sua tribù, i suoi compagni e accompagnerà la bellissima fin sotto le mura di Marsiglia. Questo è l’ardente desiderio della divina Glauca e per Vam-hir i desideri della donna amata sono ordini. Che mai sarà di lui dopo, ora non pensa. E a che pensarci? La perdita di Glauca non è forse la fine della vita? Ma gli dei non vogliono il sacrificio dell’uomo prode. Vam-hir è sorpreso un giorno da un drappello di Greci ed è per soccombere quando sopravviene Glauca. La presenza della donna arresta i combattenti e le sue spiegazioni ammansano i Greci a favore dell’uomo delle Selve. Vam-hir potrà entrare in Marsiglia. E Glauca con uno dei suoi migliori sorrisi dice piano al selvaggio: «Ma non lo sai che anch’io ti voglio bene?».
(dalla brochure del film)

«A son of the Wilderness» Ambrosio. A story of Marseilles when the city was a Greek colony. It is a narrative of brigandage and has for its basis the capture of a village worker. His place is taken by his daughter, with whom the chief falls in love and frees her. Then comes a chase by villagers, with a capture and all the picturesque and thrilling features which go to make up a story of this sort. Photographically the film is an improvement over some previously released by this firm, and while the acting is largely of the swashbuckler type, it is alive and keeps the audience interested.
(Moving Picture World, January 29, 1910)

Maria Bistoni de Celestini una italiana en America

Pepita Gonzalez y Sandro Celestini en una escena del film

Buenos Aires, 7 junio 1920

Mi derecho. Drama en 6 actos de la señora Maria B. de Celestini. Por primera vez en la cinematografía local, escribe y dirige su argumento una mujer (1).

En nuestro país, donde se están dando los primeros pasos en materia de industria cinematográfica, es raro anotar que una mujer haya pensado escribir para la pantalla, no ya exhibirse porque en cada mujer hay una artista de cine por exhibicionismo — y más aún, lograr felizmente la realización escénica de sus ideas, en un teatro donde han fracasado muchos asuntos de novelas y obras teatrales, muy difundidos. Si a esto se agrega lo “difícil” del asunto para el teatro silencioso, tendremos que el triunfo se ha duplicado.

La señora de Celestini con un poco de audacia, otro poco de amor maternal, una buena dosis de literatura, dos porciones de psicología femenil, un código debajo de los pies, el corazón en la mano y cubriendo con el manto de la indiferencia el prejuicio social ante el amor de madre, ha hecho con su primera película una obra sumamente interesante, ni aunque en el fondo el asunto carezca en absoluto de novedad y sea un tema ya tratado y sumamente debatido.

Una joven tiene un hijo fuera de la ley que han hecho los hombres y el padre de ella para no dar un escándalo social, secuestra al recién nacido y lo envía a criar lejos de la madre. Esta no puede olvidarlo y mientras su padre no deja de buscar quién repare la falta de la hija y lo encubra todo con él casamiento, la madre infeliz sufre porque no puede prodigarle sus caricias al hijito.

Los deseos del padre se cumplen y ella se casa, pero en su imaginación no vivía más que su hijo a
quién tanto su marido como su padre habían dado por muerto.

Un día extenuado por el frío y el hambre, cae desmayado en los salones de su propia madre el niño, harapiento. Tenía ya 12 años. En ese momento se daba una gran fiesta a beneficio de la Sociedad de niños que no conocen sus padres. Corre la dueña de casa en auxilio de la criatura y ve en una marca que lleva en pecho que es su proprio hijo. Sin reparar en nada y movida por ese momento explosivo en que el dolor y la alegría saben hermanar, grita “¡hijo mío! La nota de escándalo corre por los salones, las murmuraciones se acrecientan, la catástrofe se avecina y trata de explicar su actitud, de explicar su conducta, pero estas cosas no puede comprenderlas la gente que la circunda, el prejuicio social es implacable. No perdona.

En el paroxismo de su fiebre mezcla de alegría y de dolor e importándole ya nada de lo que implica la ficticia amistad de los que la rodean, echa a sus invitados a la calle y cae la tela cuando abrazada. al cuello de su hijo, vuelve a gritarle: ¡Yo soy tu madre! ¡Hijo mío! ¡Hijo mío!

Como se vé, el tema desarrollado en este film no es tan fácil de realizar en la literatura en combinación con la fotografía animada, si bien sería más fácil en el libro o en la escena hablada, donde los argumentos de defensas pueden ser más elocuentes que en la expresión fisonómica o en cualquier gesto adecuado.

Con todo, la señora de Celestini ha salvado todos los escollos, y su audacia simpática ha hecho triunfar haciendo un intenso drama social que ha provocado en su exhibición privada numerosos aplausos.

De desarrollo rápido, técnica moderna, fotografía: excelente, misce en escena lujosa y adecuada, interpretación correcta, “Mi derecho” es una obra que ha de imponerse, no solo porque es hecha por una mujer y escrita para los dos sexos, sino también porque no tiene nada que envidiar a muchas producciones extranjeras y con esto habremos dicho que es un film que hace honor a la industria nacional.

En la dirección, que se ha reservado la autora, ha colaborado eficazmente el señor Bissolati, un operador inteligente y estudioso, que tiene deparado un excelente porvenir en la cinematografía, nacional.

En cuanto a la interpretación hay dos elementos que se destacan ya en nuestros adolescentes artistas de la pantalla, Pepita González, la protagonista y Boyano, que ha vuelto a dar una nota de su eficacia en los roles de traidor y tipos “poco simpáticos”.

El poco espacio de que disponemos no nos permite ocuparnos sobra este particular, dejándolo para mañana.
(Critica)

He recuperado un album con 36 fotografías del film, un dossier de prensa y otros documentos, estoy intentando localizar, en Italia, la familia de Maria Bistoni de Celestini.

  1. La bibliografia sobre el tema generalmente menciona La niña del bosque de Emilia Saleny (1917) como la primera película argentina dirigida por una mujer (Entre preceptos y derechos. Directoras y guionistas en el cine mudo argentino 1915-1933, Lucio Mafud 2021) Disponible en PDF en el sito de Imagofagia: http://www.asaeca.org/imagofagia/index.php/imagofagia/article/view/885
Sarah Bernhardt

Mme Sarah Bernhardt tourne un film chez elle

Paris, mars 1923

La grande tragédienne joue un role de voyante paralysée vivant dans une mansarde en compagnie d’un chimpanzé.

On tourne actuellement un film chez Mme Sarah Bernhardt, et on le fait dans le plus grand secret, pour lui éviter les fatigues de l’interview et des visites inutiles. Tous ceux qui participent à la prise, y compris les mécaniciens, se sont engagés par contrat à observer le plus rigoureux silence à ce sujet. C’est donc un secret bien gardé, mais l’illustre tragédienne ne peut s’isoler du monde sans éveiller la curiosité professionnelle des journalistes, dont le métier est précisément d’être curieux et indiscret.

Des confrères américains remarquèrent à la porte de son hôtel du boulevard Pereire les camions fournissant la lumière électrique avec les câbles, qui étaient une suffisante indication. L’un d’eux se mit sur cette piste. On tenta de l’en éloigner en lui parlant d’une simple opération de nettoyage par le vide. Il voulut connaître le metteur en scène, son compatriote, mais il perdit son temps. Après trois semaines de travaux d’approche, il avait un plan assez romanesque pour intéresser ses lecteurs, assez simple pour réussir. M. F. K. Abbott se contenta de revêtir une combinaison bleue d’électricien et il se présenta en disant qu’il faisait partie de l’équipe. Devant le chef de celle-ci, il demanda du travail et se fit embaucher à raison de 20 francs par séance. Il n’était pas sans émotion. C’est que, d’autre part, il a la plus grande admiration pour Mme Sarah Bernhardt, et que, de l’autre, il ne possède en matière d’électricien que des notions insuffisantes pour faire figure d’électricien. Par bonheur, on se borna à le charger du maniement d’un petit projecteur, et on ne jugea pas utile de lier cet « extra » par le secret professionnel.

Dès qu’il fut un peu à l’aise dans la place, il put constater que la grande pièce appelée « le conservatoire » avait été aménagée en studio, non sans avoir été sensiblement modifiée. Une fenêtre est devenue une porte, une fausse fenêtre donne sur un décor représentant Montmartre avec le Sacré-Coeur.

Je me suis mélé au groupe des électriciens avant le travail, comme cet ingénieux confrère. Nous avions tous le chapeau sur la tête et la cigarette à la bouche. Au moment où l’on annonca: « Madame vient », les cigarettes disparurent et les chapeaux furent enlevés. Le silence remplaca le bruit des conversations et ce fut une minute impressionnante. Ce que l’on respectait le plus, c’est l’exemple de travail que donne encore un être qui a derrière lui toute une vie de gloire et de labeur quotidien. Léon Abrams, qui est son propre metteur en scène, a composé pour elle un scénario qui la présente telle qu’elle est. Elle joue un ròle de voyante paralysée, vivant dans une mansarde, et elle n’a qu’une seule compagne, qui est en même temps sa servante: Jacqueline. Jacqueline se tient sur le dossier de son fauteuil et elle est aussi preste que sa maîtresse est prisonnière de son mal. D’un bond, elle descend, ouvre la porte ou la fenêtre, et d’un bond elle se réinstalle sur le sommet du siège, car Jacqueline est un chimpanzé. Le maître de cet intelligent animal se tient en dehors du champ et se fait obéir rien qu’avec la parole, mais il arrive, qu’il faut tourner la mème scène cinq ou six fois avant d’être sûr du résultat. Jamais Mme Sarah Bernhardt ne se plaint. Lorsque sa secrétaire, Mme Normand, dit : « Vous ne croyez pas qu’elle est un peu fatiguée? » Elle intervient pour que la séance continue: « Mais non, je suis si contente de travailler! »

« Dès qu’elle ne tourne plus, on lui met des lunettes bleues pour reposer les yeux qui subissent la dure épreuve de la lumière. Elle s’intéresse à toutes choses autour d’elle et s’émerveille, par exemple, de l’accent du metteur en scène qui n’est en France que depuis deux mois.

« Les deux serviteurs qui la transportent sur sa chaise sont parmi les dévouements qui l’entourent. L’un d’eux, Arthur, est à son service depuis plus d’un demi-siècle. Pour qu’elle entre dans le studio, on retire la barre de la fausse fenêtre et elle arrive toute prête, maquillée. Elle est vêtue d’une robe de chambre bleue aux longues manches de dentelle qui recouvrent les mains jusqu’aux doigts.

« J’ai eu souvent peur de me trahir par un mouvement maladroit, mais je braquais sur elle le projecteur de telle façon que je pouvais la voir sans qu’elle me remarquât. Ce que les lecteurs américians comprendront c’est le courage étonnant de la plus grande tragédienne de notre époque. »

(La Cinématographie Française)