
Con motivo de la situación precaria en que se encuentra en Londres Mr. W. Friese-Greene, a quien muchos atribuyen la paternidad de las vistas animadas, ha vuelto a suscitarse otra discusión en la prensa sobre el origen del cinematógrafo. Con todas las polémicas de esta índole que de tiempo en tiempo se han entablado, sólo ha podido confirmarse que perdura aún la misma divergencia de criterio sobre este punto, aunque muchos de los peritos inclinan la balanza hacia el lado de Edison, que al inventar o perfeccionar la película flexible de celuloide hizo posible el gigantesco desarrollo comercial de la industria.
No cabe duda, sin embargo, que Mr. W. Friese-Greene hubo de hacer experimentos cinematográficos, algunos de ellos con resultados prácticos, mucho antes que los inventores cuyos nombres se han hecho famosos en esta última década. Hace aproximadamente cincuenta y dos años que Mr. Greene realizó en público sus primeras pruebas cinematográficas, llegando a proyectar fotografías sobre un lienzo. La exhibición se efectuó en la antigua ciudad inglesa de Bath, donde se reunía la aristocracia siglos atrás, y la vista consistía en una joven que movía los ajos de lado a lado. Recuerdan las crónicas de aquella época que uno de los espectadores, creyendo que se trataba de algún juego de magia, insistió en tocar el telón con la mano dispuesto a delatar cualquier superchería. Poco después Mr. Greene logró impresionar una película de veinte pies de largo, longitud enorme en aquel entonces.
Sea como fuere, y poniendo buen cuidado en no fallar en este escabroso pleito que lleva trazas de no terminarse, vamos a describir por encima el primer dispositivo conocido que reproducía los movimientos por medio de una ilusión óptica. El Zoetropio, o Rueda de la Vida, un juguete mecánico que se presentó en plaza allá por el año 1833, retrataba los movimientos de un caballo al galope con una realidad sorprendente. El aparato consistía en un cilindro hueco, cuya superficie llevaba múltiples ranuras, que giraba sobre un eje vertical. Al interior de dicho cilindro se colocaba una serie de vistas que venían a representar partes de la figura que se deseaba poner en movimiento. Volteando el cilindro y mirando a través de las ranuras, se experimentaba una ilusión óptica perfecta.
(Cine Mundial, Marzo 1916)
